domingo, 1 de marzo de 2020

El alma encerrada

Género: Concierto
Local: Auditorio Nacional
Interpretes: 
Orquesta Nacional de España
Director: 
David Afkham 
Solista
Vilde Frang, violín

Programa:

Edward Elgar (1857-1934)
Concierto para violín en si menor, opus 61
I. Allegro
II. Andante
III. Allegro molto

Robert Schumann (1810-1856)
Sinfonía núm. 3 en mi bemol mayor, opus 97, «Renana»
I. Lebhaft
II. Scherzo: Sehr mäßig
III. Nicht schnell
IV. Feierlich
V. Lebhaft


Información adicional:

La afición del compositor Edward Elgar (1857-1934) por los rompecabezas, los juegos de palabras y los criptogramas, es bien conocida: el código Dorabella, las Variaciones enigma o el Allegretto Gedge son algunos ejemplos. Amigo de intrigas, sus cartas y partituras son portadoras de misteriosos mensajes que se protegen con anagramas y cifrados. Los anotaba también en programas de mano como este, para escamotear su opinión a lectores inconvenientes. El 10 de abril de 1886, el compositor asistió a un concierto en el Crystal Palace en honor a Franz Liszt, allí presente. Elgar anotó en su programa Hysterious, un precioso acrónimo derivado de las palabras histeria y misterioso. Para firmar sus telegramas y sus mensajes en código Morse, usaba el palíndromo Siromoris, la suma de Sir y de Orden del Mérito (O.M.), honor que le fue concedido en 1911, pocos meses después del triunfal estreno de su concierto para violín. 

Evidentemente, Elgar también gustaba de resolver acertijos. En su primera biografía, publicada por Robert Buckley en 1905, describe cómo entretenía los largos viajes en tren con jeroglíficos y juegos de ingenio. Fue precisamente en uno de esos trenes donde Elgar resolvió el supuestamente indescifrable criptograma de John Holt Schooling, publicado en 1896 en The Pall Mall Magazine. El compositor estaba tan satisfecho que pintó la solución en una caja de madera actualmente expuesta en el museo instalado en su casa natal, en Worcestershire.

Esta singular inclinación nos interesa porque también el concierto para violín y orquesta que ahora escucharemos guarda un secreto. En el encabezamiento de la partitura, el compositor escribió una misteriosa frase en un castellano perfecto: «Aquí está encerrada el alma de…». La cita fue extraída del prólogo de una novela picaresca firmada por Alain René Lesage (1668-1747) publicada en París en 1736. El título original es Le Bachelier de Salamanca ou les mémories de Don Chérubin de la Ronda tirées d’un manuscrit espagnol (El bachiller de Salamanca o las memorias de Don Querubín de Ronda tomadas de un manuscrito español). La frase completa dice así «Dos estudiantes que yendo a Salamanca encontraron aquella lápida en que estaban esculpidas estas palabras: aquí está encerrada el alma del licenciado Pedro García».

Nada sabemos de la traducción al español que pudo leer Elgar ni de por qué eligió esta y no la original francesa. Y nada seguro sabemos tampoco sobre quién pudiese ser el dueño del alma que encierra este concierto, ¿el del propio compositor?, ¿el de Lady Alice Stuart Wortley….? Sólo podemos aventurar conjeturas y suposiciones. Ese alma encerrada, ese fantasma, sea de quien sea, será otro de los misterios eternos que habitan la música de Sir Edward Elgar.

Edward Elgar. Concierto para violín en si menor, opus 61

Edward Elgar ya estaba trabajando sobre la partitura de un concierto para violín (las primeras anotaciones se remontan a 1905) cuando recibió un encargo de la Royal Phlilarmonic Society de Londres en 1909. De ahí las circunstancias de su presentación oficial: el Concierto para violín y orquesta en si menor, opus 61 se estrenó el 10 de noviembre de 1910 en el Queen’s Hall de Londres para abrir la 99ª temporada de la Royal Philarmonic Society. El propio compositor dirigió aquel estreno; el solista fue Fritz Kreisler, dedicatario de la partitura, publicada por la editorial Novello & Co en Londres ese mismo año.

Existe un documento sonoro imprescindible para aproximarse a esta obra: la grabación que el sello His Master’s Voice registró en sus estudios de Abbey Road los días 14 y 15 de julio del año 1932, con la London Symphony Orchestra dirigida por el compositor y con un joven Yehudi Menuhin al violín, una de las grandes ediciones discográficas de siglo XX. Igualmente interesante es la grabación, esta publicada en 2010 por el sello RCA, de la Staatskapelle Dresden dirigida por Sir Colin Davis y con el violinista Nikolaj Znaider tocando el maravilloso violín Guarneri del Gesú de 1741 que Fritz Kreisler utilizó en 1910 la tarde del estreno.

Ya sobre la partitura, lo primero que advertimos es que este concierto, desde cualquier punto de vista —estructural, técnico, expresivo— es monumental. Dada su extensión, excepcional en la historia del género, su interpretación es una auténtica prueba de resistencia para el solista. La arquitectura formal se adhiere al canon, tres movimientos que contrastan en tempo, carácter, y estilo. Para articular la partitura y dotarla de continuidad, el compositor integra secciones que se relacionan gracias a los materiales temáticos, aportando la necesaria coherencia narrativa frente a las continuas fluctuaciones de tempo que caracterizan la música de Elgar.

El primer movimiento, Allegro, se abre con una introducción orquestal que presenta parte de los temas (nada menos que cinco) que serán desarrollados a continuación, viajando a través de varias tonalidades y figuraciones. El violín elabora estos cantos, particularmente el segundo, que ha aparecido brevemente en la introducción y que se transforma en la parte solista en el tema Windflower, de una belleza poética excepcional.
Sobre el Andante, pleno de lirismo y serenidad, Elgar anotó que describía «la fusión de dos almas, una en la otra», y así parece en verdad: el movimiento desarrolla dos melancólicos temas que deben interpretarse, indica el compositor, nobilmente. Tanto apreciaba esta música, que según recogen algunos testimonios, pretendía grabarla en su lápida. ¿Es aquí, pues, bajo las notas de este hermoso Andante, donde debemos buscar el alma encerrada de….? 
El tercer movimiento, Allegro molto, es el más exigente a nivel técnico por velocidad, potencia, y carga expresiva. Rápidas progresiones ascendentes formadas por endiablados cinquillos, desembocan en una cadenza acompañada que podría considerarse un cuarto movimiento. Aquí, Elgar presenta un nuevo efecto de cuerda, un pizzicato-trémolo que debe ejecutarse con la yema de los dedos, propiciando atmósfera espectral. 

Robert Schumann. Sinfonía núm. 3 en mi bemol mayor, opus 97, «Renana»
En 1850 Robert Schumann (1810-1856) y su familia se instalaban en Düsseldorf. El compositor era el nuevo director de música del municipio, trabajo que había dejado vacante su amigo Ferdinand Hiller. Las obligaciones del cargo eran muchas, pero Schumann encontró tiempo para componer, para tener otros dos hijos, conocer al joven Brahms, y disfrutar de los verdes paisajes de las tierras del Rin, Das Rheinland. Así las cosas, poco después de su llegada a la ciudad, había terminado su tercera sinfonía. El estreno tuvo lugar el 6 de febrero de1851 en Düsseldorf bajo la dirección del compositor. Fritz Simrock publicó la partitura ese mismo año con el título de Sinfonía Renana.

El carácter programático de la obra resulta evidente incluso en su arquitectura formal: esta sinfonía es la única de las compuestas por Schumann que tiene cinco movimientos, lo que nos dirige directamente al Beethoven de la Sinfonía Pastoral, una referencia que Schumann admiraba profundamente y en la que se mira para escribir su propia égloga musical. En realidad, el compositor no había elaborado y guión o programa específico para su partitura, pero una vez finalizado el trabajo, había enviado a su editor una carta en la que comentaba detalles del trabajo y algunas indicaciones sobre los motivos que le habían inspirado «la obra evoca aquí y allá algunos aspectos de la vida en Renania» decía. Y en el segundo movimiento había anotado «Amanecer sobre el Rin». Los cinco movimientos se suceden así: 1º- Lebhaft (Vivo). 2º- Scherzo: Sehr mäßig (Moderado). 3º- Nicht schnell (sin prisa). 4º- Feierlich (Solemne). 5º- Lebhaft (Vivo).

El primer tiempo, enérgico y fogoso, se abre con un intervalo de cuarta que caracteriza y otorga coherencia a toda la sinfonía, dotando a la partitura de un perfil melódico que facilita su comprensión. El Scherzo, es un Ländler, una danza festiva en tres tiempos, de aire popular y muy próxima al vals, que aquí cantan cuerdas y maderas en una estampa bucólica acentuada por el pizzicato de la sección central. Le sigue el Andante, un elegante y ligero intermedio para lucimiento del viento madera cuya verdadera función es preparar al oyente para el cuarto movimiento, que Simrock publicó bajo el epígrafe Feierlich (Solemne). Schumann anotó en su encabezamiento una frase: Im Charakter der Begleitung einer feierlichen Ceremonie (A la manera del acompañamiento de una ceremonia solemne). Y así es: el coral de los trombones y el empleo de texturas contrapuntísticas dotan al movimiento de un color que evoca las músicas de un pasado barroco y eclesial. El conjunto resulta solemne, sí, y establece el carácter ceremonial de la música. El último tiempo, que comparte indicativo con el primero, Lebhaft, recupera la dinámica enérgica del movimiento inicial. En la coda, Schumann recoge varios de los temas expuestos, buscando afirmar la unidad de la partitura, que se cierra triunfal, plena de confianza y vigor.

Al escuchar esta hermosa sinfonía, no percibimos nada oscuro en su música, nada siniestro; pero Clara Schumann cuenta en su diario que incluso en aquellos primeros días en Düsseldorf que parecían casi felices, Schumann se pasaba las noches llorando en sueños, el alma encerrada en vida bajo la lápida de la locura.

Inés Mogollón

No hay comentarios:

Publicar un comentario